25 de abril de 2013

 Cuando lo sencillo se hace sublime: Lectura Universal del Quijote. 

     El sencillo acto de la lectura puede llegar a ser sublime cuando lo leído es una obra de la magnitud del Quijote, una de las más grandes aportaciones a la literatura universal de todos los tiempos, creada por don Miguel de Cervantes.

     D. Miguel casó en Esquivias (Toledo), con Doña Catalina de Salazar y Palacios, allá por el año 1584, en concreto el 12 de diciembre.

     Durante sus largas estancias en esta ciudad sagreña, los esposos vivieron en una casa cedida por un pariente de Catalina, un hidalgo llamado don Alonso Quijada de Salazar. Esta casa es ahora la Casa Museo de Cervantes.

     Cuando las cosas que otros hacen las llegas a sentir como propias, la experiencia, lo vivido, se disfruta más profunda y gratamente. Esa es, al menos, la sensación que me ha invadido este pasado 23 de abril, Día Internacional del Libro, en la acogedora ciudad de Esquivias: Cuna del Quijote.

     La experiencia de oír la lectura de distintos párrafos del Quijote en lenguas ajenas es realmente gratificante. ¿Pero por qué digo ajenas?, ¿es que no podemos sentir como propias las palabras del Príncipe de los Ingenios leídas en albanés, alemán, árabe, flamenco, búlgaro, chino, croata, inglés, estonio, finés, maltés, francés, holandés, húngaro, gaélico irlandés, lituano, italiano, noruego, rumano, ruso y sardo?, y como no en el español hablado en Chile, Cuba, Ecuador, México, Paraguay y por supuesto en España.

     Curiosamente, aunque no conozcas el idioma, tienes la sensación de entenderlo, ya sea al escuchar xixote o quijota, manxa o manchia, lenguas ajenas pero universales como el propio Quijote.

     Antes de proceder a la Lectura Universal del Quijote, se recepcionó a los embajadores, ministros consejeros, secretarios y agregados culturales de las múltiples embajadas presentes en la Lectura, los cuales, en breve, se convertirían en “lectores”.

     Y antes de la Lectura, la firma en el Libro de Honor, y allí, inmutable, don Rafael Peralta con su caballo, cual Rocinante; atropellando al toro, ¡que distinto de la aventura del de la “Triste Figura” cuando en el capítulo 58º es arrasado por un encierro de toros!

     A su lado, pendiente y vigilante de todo lo que acontece, está Don Quijote Toreador, esperando una nueva oportunidad para demostrar que él, Don Quijote, “es la perfección suma de la tauromaquia, el mejor de los toreros españoles”, haciendo valer lo dicho por el gran torero y dramaturgo don Ignacio Sánchez Mejías.

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 22 de abril de 2013